lunes, 20 de marzo de 2017

Pequeñas Semillitas 3305

PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 12 - Número 3305 ~ Lunes 20 de Marzo de 2017
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
Por haber sido domingo el 19 de marzo, este año la liturgia hace que celebremos hoy (lunes 20) la Festividad de San José, que fue elegido por Dios para ser el apoyo de la Madre Virginal y el padre adoptivo de Jesús. San José es el patrono Universal de la Iglesia, patrono de la buena muerte y patrono de los seminarios. Fue escogido por Dios como fidelísimo guardián de los tesoros celestiales, que eran Jesús y María. Con fe acogió al Niño que había comenzado a vivir en el seno de María, y a ellos, a Jesús y María, les entregó su vida sin escatimar sacrificios.
San José protegió y sirvió a la Madre de Dios con una pureza virginal. Fue, como lo dice San Bernardo, “el servidor fiel y prudente que el Señor nombró como apoyo de su Madre, el padre que alimentó su humanidad y el único fiel colaborador sobre la tierra de los designios de Dios”.
La Sagrada Escritura celebra su bondad (Mateo 1,19) y narra la solicitud piadosa con la cual tomó un lugar tan importante en la vida del Señor y de la Madre de Dios. Por esta solicitud piadosa nosotros invocamos a San José, para que proteja a la cristiandad como protegió a Cristo y a María.
Además de su fiesta del 19 de marzo, la Iglesia lo honra como el patrón celestial de los trabajadores el 1° de mayo. La piedad de los cristianos ha consagrado todo el mes de marzo a venerarlo. En “Pequeñas Semillitas”, desde hace doce años, lo elegimos como uno de nuestros “asesores espirituales”, junto a Jesús, la Virgen de Lourdes y San Juan Pablo II.
San José es un ejemplo y un espejo en el cual siempre queremos mirarnos.

¡Buenos días!

Nunca en la otra orilla
Vivir feliz es un arte. Y nada contribuye tanto a la paz del corazón como valorar todo lo bueno, agradable y valioso de la propia situación. Serás optimista y lleno de esperanza cuando te acostumbres a detectar cada día todo lo que te da satisfacción y contento, todo lo que te gratifica. Y sencillamente lo agradeces a Dios, sin compararte con los demás.

¿Por qué miras siempre hacia el otro lado? ¿Por qué piensas siempre que los otros, amigos, conocidos y vecinos, son más dichosos, y dices con ligereza: “A los otros les va mucho mejor, y yo que doy lo mejor de mí, no llego a nada?” La otra orilla siempre es más bella. Yace muy lejos. Como petrificado, miras fijamente hacia la bella claridad. Jamás tuviste en cuenta que también los de la otra orilla te observan y piensan que posees mucha más felicidad, pues ellos solo ven tu parte agradable. Tus pequeñas y grandes preocupaciones no las conocen. Vivir feliz es un arte. Para ello conviene sentirse satisfecho. La felicidad no está en la otra orilla. ¡Está en tu forma de ver tu orilla!  Aprecia la orilla donde Dios te puso, y no creas que la otra es la mejor, pues Dios te puso donde debes estar.

Enumera los dones y talentos recibidos del Señor, y agradécelos; incluso valora lo que encierra dolor y fracaso, porque hay también la escondida sabiduría de convertir un menos en más, un fracaso en victoria y una cruz en resurrección y vida. Que el Espíritu Santo te dé serenidad y prudencia.
* Enviado por el P. Natalio

La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
Texto del Evangelio:
En aquel tiempo, Jesús dijo a la gente reunida en la sinagoga de Nazaret: «En verdad os digo que ningún profeta es bien recibido en su patria. Os digo de verdad: muchas viudas había en Israel en los días de Elías, cuando se cerró el cielo por tres años y seis meses, y hubo gran hambre en todo el país; y a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una mujer viuda de Sarepta de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo, y ninguno de ellos fue purificado sino Naamán, el sirio».
Oyendo estas cosas, todos los de la sinagoga se llenaron de ira; y, levantándose, le arrojaron fuera de la ciudad, y le llevaron a una altura escarpada del monte sobre el cual estaba edificada su ciudad, para despeñarle. Pero Él, pasando por medio de ellos, se marchó. (Lc 4,24-30)

Comentario:
Hoy, en el Evangelio, Jesús nos dice «que ningún profeta es bien recibido en su patria» (Lc 4,24). Jesús, al usar este proverbio, se está presentando como profeta.
“Profeta” es el que habla en nombre de otro, el que lleva el mensaje de otro. Entre los hebreos, los profetas eran hombres enviados por Dios para anunciar, ya con palabras, ya con signos, la presencia de Dios, la venida del Mesías, el mensaje de salvación, de paz y de esperanza.
Jesús es el Profeta por excelencia, el Salvador esperado; en Él todas las profecías tienen cumplimiento. Pero, al igual que sucedió en los tiempos de Elías y Eliseo, Jesús no es “bien recibido” entre los suyos, pues son estos quienes llenos de ira «le arrojaron fuera de la ciudad» (Lc 4,29).
Cada uno de nosotros, por razón de su bautismo, también está llamado a ser profeta. Por eso:
1º. Debemos anunciar la Buena Nueva. Para ello, como dijo el Papa Francisco, tenemos que escuchar la Palabra con apertura sincera, dejar que toque nuestra propia vida, que nos reclame, que nos exhorte, que nos movilice, pues si no dedicamos un tiempo para orar con esa Palabra, entonces sí seremos un “falso profeta”, un “estafador” o un “charlatán vacío”.
2º Vivir el Evangelio. De nuevo el Papa Francisco: «No se nos pide que seamos inmaculados, pero sí que estemos siempre en crecimiento, que vivamos el deseo profundo de crecer en el camino del Evangelio, y no bajemos los brazos». Es indispensable tener la seguridad de que Dios nos ama, de que Jesucristo nos ha salvado, de que su amor es para siempre.
3º Como discípulos de Jesús, ser conscientes de que así como Jesús experimentó el rechazo, la ira, el ser arrojado fuera, también esto va a estar presente en el horizonte de nuestra vida cotidiana.
Que María, Reina de los profetas, nos guíe en nuestro camino.
* Rev. P. Higinio Rafael ROSOLEN IVE (Cobourg, Ontario, Canadá)

Santoral Católico:
San José
Esposo de la Virgen María
En el Plan Reconciliador de Dios, San José tuvo un papel esencial: Dios le encomendó la gran responsabilidad y privilegio de ser el padre adoptivo del Niño Jesús y de ser esposo virginal de la Virgen María. San José, el santo custodio de la Sagrada Familia, es el santo que más cerca está de Jesús y de la Santísima de la Virgen María.

San Mateo (1,16) llama a San José el hijo de Jacob; según San Lucas (3,23), su padre era Helí. Probablemente nació en Belén, la ciudad de David del que era descendiente. Al comienzo de la historia de los Evangelios (poco antes de la Anunciación), San José vivía en Nazaret.

Según San Mateo 13,55 y Marcos 6,3, San José era un "tekton". La palabra significa en particular que era carpintero o albañil. San Justino lo confirma, y la tradición ha aceptado esta interpretación.

Nuestro Señor Jesús fue llamado "Hijo de José", "el carpintero" (Jn 1,45; 6,42; Lc 4,22).

Como sabemos no era el padre natural de Jesús, quién fue engendrado en el vientre virginal de la Virgen María por obra del Espíritu Santo y es Hijo de Dios, pero José lo adoptó amorosamente y Jesús se sometió a él como un buen hijo ante su padre. ¡Cuánto influenció José en el desarrollo humano del niño Jesús! ¡Qué perfecta unión existió en su ejemplar matrimonio con María!

José, de oficio carpintero en el pueblecito de Nazaret, se sintió turbado cuando comprobó que María, su esposa, con la que no había cohabitado, estaba encinta. Pero el Señor le hizo comprender que el estado de su mujer era obra del Espíritu, y él la acogió, secundando los planes de Dios. Con María marchó a Belén, donde nació Jesús, y en todo momento José se cuidó del sustento y protección de la Madre y del Hijo. Con ellos estuvo en la adoración de los pastores y de los reyes, en la circuncisión del Niño y en su presentación en el Templo, en la huida a Egipto, estancia allí y regreso a Nazaret, donde Jesús fue creciendo al amparo de sus padres. Por último vivió con María el dolor y el gozo de hallar a Jesús cuando creían haberlo perdido en Jerusalén. Dios confió a José la custodia discreta pero eficaz de María y de Jesús, y, con razón, Pío IX lo declaró en 1870 Patrono de la Iglesia universal.

La fiesta del Padre nutricio de Jesús se extendió en la Iglesia a partir del siglo XV, cuando fue propagada por san Bernardino de Siena y Juan Gerson. Este año (2017) por coincidir con el tercer domingo de  Cuaresma, la celebración se ha trasladado a hoy, lunes 20.

Oración: Dios todopoderoso, que confiaste los primeros misterios de la salvación de los hombres a la fiel custodia de san José, haz que, por su intercesión, la Iglesia los conserve fielmente y los lleve a plenitud en su misión salvadora. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
© Directorio Franciscano  Aciprensa    

Palabras del Papa Francisco
“Yo quiero mucho a san José. Porque es un hombre fuerte y de silencio. Y tengo en mi escritorio una imagen de san José durmiendo. Y durmiendo cuida a la Iglesia. Sí, puede hacerlo. Nosotros no. Y cuando tengo un problema, una dificultad, yo escribo un papelito y lo pongo debajo de san José para que lo sueñe. Esto significa para que rece por ese problema”

Tema del día:
Dame de beber
Nos encontramos viviendo la Cuaresma. Preparando nuestro corazón para que pueda irradiar la luz de Cristo Resucitado en la Pascua. Esa luz que recibimos el día del Bautismo y que en la Confirmación  prometimos no ocultarla jamás.

Uno de los signos de la Cuaresma es el desierto. Ese lugar inhóspito, deshabitado, silencioso, sin plantas, caracterizado por la falta de agua. Es el lugar de la soledad, del sufrimiento, del cansancio, de la oración…Dios habla en el silencio. Dios habita en la profundidad del corazón. Dios le habla a cada uno de manera tal que lo pueda comprender. Como un padre o una madre les hablan a sus hijos pequeños.

“Lo que embellece el desierto es que esconde un pozo en cualquier parte”. “Dame de beber”. “Tengo sed de esta agua”. Estas son palabras del Principito al aviador, cuando luego de una larga caminata a través del desierto, encuentran un pozo de agua. Y es a causa de este pedido que el aviador comprende qué era lo que el Principito deseaba. “Esa agua era más que un simple alimento. Había nacido de la caminata bajo las estrellas, del canto de la polea, del esfuerzo de sus brazos. Era buena para el corazón”. Al libro de Saint Exupéry siempre se le puede encontrar algo nuevo, por más que se haya leído y releído muchas veces.
 
Es duro soportar la sed. Sentir la necesidad de beber y no poder hacerlo por falta de agua. Jesús sintió sed más de una vez. Tenía las necesidades humanas porque es hombre. Es hombre y es Dios. San Juan nos habla en el Evangelio de la sed de Jesús, cuando un mediodía, cansado luego de una larga caminata rumbo a Galilea,  se sentó junto al pozo de Jacob, en Samaría, (Juan 4,5-26) a esperar a una mujer samaritana. Porque, sin duda,  no es casualidad el encuentro del Señor con esa mujer sino obra de la Providencia Divina. Ella va a buscar agua a ese pozo profundo y Jesús le dice: “Dame de beber”. La samaritana reacciona extrañada. No entiende cómo un judío habla con una mujer, samaritana para colmo, ya que la enemistad entre ambos pueblos existía desde mucho tiempo atrás. ¿Quién este hombre que le pide agua con humildad y que, paradójicamente, le asegura que él posee un agua viva capaz de apagar la sed para siempre? Y compara esa agua viva con un manantial interior que mana hasta la vida eterna. ¡Jesús es esa agua viva!

La mujer confunde las palabras del Señor y ve en ellas la posibilidad de no tener que volver al pozo a buscar agua. ¡Qué alivio! Ante el giro que va tomando la conversación, el Divino Maestro, toca ese lugar del corazón, ese desierto, esa profundidad, donde la mujer guarda su secreto, su historia personal, y le habla de su pasado y de su presente. Hay en ella asombro, silencio, sacudón de la conciencia.

¿Por qué esta mujer había tenido cinco maridos? ¿Había quedado cinco veces viuda? ¡Era alguien de mala fama? ¿La habían abandonado esos hombres? No lo sabemos. La samaritana desvía el tema  hacia lo formal religioso, pregunta dónde se debe adorar a Dios, si donde lo hacen los samaritanos o en Jerusalén, como los judíos. Jesús le responde que el Padre quiere adoradores verdaderos. Dios es espíritu y por eso quienes lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad. Lo importante no es el lugar.
 
¡Qué transformación profunda produce en el alma de esta mujer el encuentro con Jesús, que deja todo, se olvida el cántaro y corre a contarles a sus vecinos lo sucedido!  ¡Se convierte en apóstol! ¡Una mujer! ¡Una samaritana! Y ellos le creen. No es la misma mujer que iba todos los días al pozo. ¡Es una nueva mujer! Una mujer valiente. Que tiene el coraje, la fuerza para volver a empezar, a pesar de todo. Tiene esperanza.
 
Jesús tenía sed, pero fue más importante para él sacar a la mujer del pozo, de la oscuridad en que se encontraba, que saciar su sed. Volvieron los apóstoles con alimentos, que tampoco probó porque Él vino para hacer la voluntad del Padre. Ese es su manjar más delicioso. Y la voluntad del Padre es que todos los seres humanos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad (1 Timoteo 2,4). Para eso vino Jesús. Eso es lo urgente. Él, ayer a la samaritana, y hoy a cada uno de nosotros, le habla al corazón. Porque como le explicó el zorro al Principito: “Lo esencial es invisible a los ojos. Sólo se ve bien con el corazón”.
© Ana María Casal

Cuaresma día a día
Docilidad y buenas disposiciones
I. El Señor, después de un tiempo de predicación por las aldeas y ciudades de Galilea, vuelve a Nazaret, donde se había criado. Todos habían oído maravillas del hijo de María y esperaban ver cosas extraordinarias. Sin embargo no tienen fe, y como Jesús no encontró buenas disposiciones en la tierra donde se había criado, no hizo allí ningún milagro. Aquellas gentes sólo vieron en Él al hijo de José, el que les hacía mesas y les arreglaba las puertas. No supieron ver más allá. No descubrieron al Mesías que les visitaba. Nosotros, para contemplar al Señor, también debemos purificar nuestra alma. La Cuaresma es buena ocasión para intensificar nuestro amor con obras de penitencia que disponen el alma a recibir las luces de Dios.

II. En la primera lectura de la Misa se nos narra la curación de Naamán, general del ejército de Siria (2 Reyes 5, 1-15), por el profeta Eliseo. El general había recorrido un largo camino para esto, pero lleno de orgullo, llevaba su propia solución sobre el modo de ser curado. Cuando ya se regresaba sin haberlo logrado, sus servidores le decían: aunque el profeta te hubiese mandado una cosa difícil debieras hacerla. Cuanto más habiéndote dicho lávate y serás limpio. Naamán reflexionó sobre las palabras de sus acompañantes y volvió con humildad a cumplir lo que le había dicho el Profeta, y quedó limpio. También nosotros andamos con frecuencia enfermos del alma, con errores y defectos que no acabamos de arrancar. El Señor espera que seamos humildes y dóciles a las indicaciones de la dirección espiritual. No tengamos soluciones propias cuando el Señor nos indica otras, quizá contrarias a nuestros gustos y deseos. En lo que se refiere al alma, no somos buenos consejeros, ni buenos médicos de nosotros mismos. En la dirección espiritual el alma se dispone para encontrar al Señor y reconocerle en lo ordinario.

III. La fe en los medios que el Señor nos da, obra milagros. La docilidad, muestra de una fe operativa, hace milagros. El Señor nos pide una confianza sobrenatural en la dirección espiritual; sin docilidad, ésta quedaría sin fruto. Y no podrá ser dócil quien se empeñe en ser tozudo, obstinado e incapaz de asimilar una idea distinta de la que ya tiene: el soberbio es incapaz de ser dócil. Disponibilidad, docilidad, dejarnos hacer y rehacer por Dios cuantas veces sea necesario, como barro en manos del alfarero. Este puede ser el propósito de nuestra oración de hoy, que llevaremos a cabo con la ayuda de María.
Francisco Fernández Carvajal

Oración a San José
pidiendo una buena muerte
Poderoso patrón del linaje humano, amparo de pecadores, seguro refugio de las almas, eficaz auxilio de los afligidos, agradable consuelo de los desamparados, glorioso San José, el último instante de mi vida ha de llegar sin remedio; mi alma quizás agonizará terriblemente acongojada con la representación de mi mala vida y de mis muchas culpas; el paso a la eternidad será sumamente duro; el demonio, mi enemigo, intentará combatirme terriblemente con todo el poder del infierno, a fin de que pierda a Dios eternamente; mis fuerzas en lo natural han de ser nulas: yo no tendré en lo humano quien me ayude; desde ahora, para entonces, te invoco, padre mío; a tu patrocinio me acojo; asísteme en aquel trance para que no falte en la fe, la esperanza y en la caridad; cuando tú moriste, tu Hijo y mi Dios, tu esposa y mi Señora, ahuyentaron a los demonios para que no se atreviesen a combatir tu espíritu. Por estos favores y por los que en vida te hicieron, te pido ahuyentes a estos enemigos, para que yo acabe la vida en paz, amando a Jesús, a María y a ti, San José. Así sea.
Jesús, José y María, os doy el corazón y el alma mía.
Jesús, José y María, asistidme en la última agonía.
Jesús, José y María, recibid cuando muera, el alma mía.

Ofrecimiento para sacerdotes y religiosas

Formulo el siguiente ofrecimiento únicamente para sacerdotes o religiosas que reciben diariamente "Pequeñas Semillitas" por e-mail: Si desean recibir el power point y los comentarios del Evangelio del domingo siguiente con dos o tres días de anticipación, para tener tiempo de preparar sus meditaciones, homilías o demás trabajos pastorales sobre la Palabra de Dios, pueden pedírmelo a feluzul@gmail.com 
Sólo deben indicar claramente su nombre, su correo electrónico, ciudad de residencia y a qué comunidad religiosa pertenecen.

Pedidos de oración
Pedimos oración por la Santa Iglesia Católica; por el Papa Francisco, por el Papa Emérito Benedicto, por los obispos, sacerdotes, diáconos, seminaristas, catequistas y todos los que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la unión de los cristianos para que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por las misiones; por el triunfo del Sagrado Corazón de Jesús y del Inmaculado Corazón de María;  por la conversión de todos los pueblos; por la Paz en el mundo; por los cristianos perseguidos y martirizados en Medio Oriente, África, y en otros lugares; por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos especialmente por las enfermedades, el abandono, la carencia de afecto, la falta de trabajo, el hambre y la pobreza; por los niños con cáncer y otras enfermedades graves; por el drama de los refugiados del Mediterráneo; por los presos políticos y la falta de libertad en muchos países del mundo; por las víctimas de catástrofes naturales; por la unión de las familias, la fidelidad de los matrimonios y por más inclinación de los jóvenes hacia este sacramento; por el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas; y por las Benditas Almas del Purgatorio. 

Pedimos oración por la salud de la señora Inés, de Córdoba, Argentina, que está internada en terapia intensiva. También por su hijo Gustavo, que padece un proceso oncológico. Pedimos para ellos la mediación de San José, para que a través de él, Jesús toque a estas personas con sus gracias de sanación. 

Pedimos oración por Gregorio J. G., de México, que tiene programada cirugía para hoy. Que el Señor lo acompañe y todo se pueda realizar con éxito.

Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara nuestras debilidades,
para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la paciencia;
escucha las plegarias que te dirigimos por nuestros hermanos enfermos
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu hijo ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén

Los cinco minutos de María
Marzo 20
La santidad de San José ha sido una santidad callada, silenciosa, pero íntima en la relación y en la comunicación directa con Jesús y con María; nuestra devoción al santo patriarca se ha de caracterizar por el afán de imitarlo en esa intimidad.
Las relaciones entre el glorioso y bendito San José y su Esposa virginal, la Inmaculada Virgen María, la intimidad de sus afectos y de sus conversaciones con ella, son un campo inexplorado.
La vida cristiana es vida de acción apostólica, pero esa acción debe brotar de la íntima y profunda comunicación con Dios, de la no interrumpida conversación con las tres divinas Personas, que habitan en nosotros por medio de la gracia.
La auténtica devoción a María, nos lleva a la intimidad con Dios y nos lanza a la acción apostólica.
* P. Alfonso Milagro

Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-

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