PEQUEÑAS
SEMILLITAS
Año
12 - Número 3312 ~ Lunes 27 de Marzo de 2017
Desde
la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
El
mundo tiene que cambiar, y la civilización del amor, anunciada y profetizada
tantas veces por el santo Papa Juan Pablo II, tiene que llegar. Pero no llegará
si los católicos nos quedamos de brazos cruzados y con la boca cerrada, pues es
necesario que hagamos apostolado y que recemos mucho.
Pero
a no creernos que nos faltan cualidades o medios para el apostolado, porque si
Dios se sirvió de doce pobres hombres, los Doce Apóstoles, para fundar y
propagar su Iglesia; tranquilamente se puede servir de nosotros, que tal vez
somos poca cosa, pero con la gracia y la ayuda de Dios podemos hacer grandes
obras para gloria de Dios y salvación de las almas.
No
tengamos miedo de lanzarnos a la conquista del mundo para Cristo, porque quien
trabaja por Dios y por el Bien, es ayudado por la Providencia divina y el
triunfo es seguro.
Aprovechemos
estos medios de comunicación modernos que nos permiten llegar a miles de
personas en contados minutos, y utilicémoslos para el apostolado. Se envían
tantas tonterías por email o en las redes sociales… ¿por qué no enviar y
publicar buenos mensajes, con enseñanzas cristianas, encendiendo la caridad en
las almas, para que sean muchos los que se contagien y sean también apóstoles?
Es
cierto que el mundo está mal y que la noche ha descendido sobre él, pero esto
no es un obstáculo para que nos demos por vencidos, sino todo lo contrario,
pues justamente la luz brilla en las tinieblas; y si somos una luz en la
oscuridad, iluminaremos a muchos, justamente por la gran tiniebla de alrededor.
Debemos
ser una luz en donde el Señor nos colocó, ya que no es producto del azar que
estemos exactamente en el lugar que estamos, sino que el nuestro es un puesto
estratégico y elegido por Dios, y lo que no hacemos nosotros, nadie lo hará en
lugar nuestro.
Pensemos
un poco en ello. El Cielo vale la pena.
¡Buenos días!
Cambio de dirección
La
conversión es un “cambio de dirección” en nuestra vida. Supone ir puliendo, día
a día, los errores, los malos hábitos, las transgresiones que nos alejan de la
felicidad que Dios pensó para nosotros. Volvemos así a lo más puro de nuestra
identidad cristiana: a nuestra condición de hijos de Dios y hermanos de los
hombres.
A primera vista la palabra “conversión” resulta
antipática. Sin embargo, a nadie que va por una ruta equivocada puede
resultarle antipático que alguien le advierta su equivocación. Puede resultar
molesto, fastidioso tener que dar vuelta atrás, desandar el camino para tomar
el camino correcto. Pero sin duda es lo más ventajoso que nos puede suceder, porque
seguir por el camino equivocado sería desviarse, más y más, de la ansiada meta.
(AC).
La
conversión es un cambio de mentalidad para dar a cada cosa la importancia
relativa que tiene, y poner a Dios en primer lugar. Es un giro del alma que
desea encontrar al Señor. Es un impulso del Espíritu a dejar un itinerario
equivocado o inferior y seguir un camino mejor y más feliz: el de Jesús. Él te
invita a convertirte.
* Enviado por el P. Natalio
La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
Texto del Evangelio:
En
aquel tiempo, Jesús partió de Samaría para Galilea. Jesús mismo había afirmado
que un profeta no goza de estima en su patria. Cuando llegó, pues, a Galilea,
los galileos le hicieron un buen recibimiento, porque habían visto todo lo que
había hecho en Jerusalén durante la fiesta, pues también ellos habían ido a la
fiesta. Volvió, pues, a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en
vino.
Había
un funcionario real, cuyo hijo estaba enfermo en Cafarnaúm. Cuando se enteró de
que Jesús había venido de Judea a Galilea, fue donde Él y le rogaba que bajase
a curar a su hijo, porque se iba a morir. Entonces Jesús le dijo: «Si no veis
señales y prodigios, no creéis». Le dice el funcionario: «Señor, baja antes que
se muera mi hijo». Jesús le dice: «Vete, que tu hijo vive».
Creyó
el hombre en la palabra que Jesús le había dicho y se puso en camino. Cuando
bajaba, le salieron al encuentro sus siervos, y le dijeron que su hijo vivía. Él
les preguntó entonces la hora en que se había sentido mejor. Ellos le dijeron:
«Ayer a la hora séptima le dejó la fiebre». El padre comprobó que era la misma
hora en que le había dicho Jesús: «Tu hijo vive», y creyó él y toda su familia.
Esta nueva señal, la segunda, la realizó Jesús cuando volvió de Judea a
Galilea. (Jn
4,43-54)
Comentario:
Hoy
volvemos a encontrar a Jesús en Caná de Galilea, donde había realizado el
conocido milagro de la conversión del agua en vino. Ahora, en esta ocasión,
hace un nuevo milagro: la curación del hijo de un funcionario real. Aunque el
primero fue espectacular, éste es —sin duda— más valioso, porque no es algo
material lo que se soluciona con el milagro, sino que se trata de la vida de
una persona.
Lo
que llama la atención de este nuevo milagro es que Jesús actúa a distancia, no
acude a Cafarnaúm para curar directamente al enfermo, sino que sin moverse de
Caná hace posible el restablecimiento: «Le dice el funcionario: ‘Señor, baja
antes que se muera mi hijo’. Jesús le dice: ‘Vete, que tu hijo vive’» (Jn
4,49.50).
Esto
nos recuerda a todos nosotros que podemos hacer mucho bien a distancia, es
decir, sin tener que hacernos presentes en el lugar donde se nos solicita
nuestra generosidad. Así, por ejemplo, ayudamos al Tercer Mundo colaborando
económicamente con nuestros misioneros o con entidades católicas que están allí
trabajando. Ayudamos a los pobres de barrios marginales de las grandes ciudades
con nuestras aportaciones a instituciones como Cáritas, sin que debamos pisar
sus calles. O, incluso, podemos dar una alegría a mucha gente que está muy
distante de nosotros con una llamada de teléfono, una carta o un correo
electrónico.
Muchas
veces nos excusamos de hacer el bien porque no tenemos posibilidades de
hacernos físicamente presentes en los lugares en los que hay necesidades
urgentes. Jesús no se excusó porque no estaba en Cafarnaúm, sino que obró el
milagro.
La
distancia no es ningún problema a la hora de ser generoso, porque la
generosidad sale del corazón y traspasa todas las fronteras. Como diría san
Agustín: «Quien tiene caridad en su corazón, siempre encuentra alguna cosa para
dar».
* Rev. D. Ramon Octavi SÁNCHEZ i Valero (Viladecans,
Barcelona, España)
Santoral Católico:
San Ruperto
Obispo
Era
obispo de Worms (Alemania), pero tuvo que salir de allí porque se le pusieron
en contra los arrianos y los paganos. Entonces el duque de Baviera, Teodo II,
lo invitó a predicar en su territorio que entonces comprendía también una parte
de Austria. Comenzó su apostolado en Ratisbona y lo siguió a lo largo del río
Danubio. Reconstruyó una antigua ciudad romana arruinada que le dio el duque,
llamada Juvavum, a la que puso el nombre de Salzburgo y de la que fue el primer
obispo. Erigió un monasterio masculino, bajo el título de San Pedro, el más
antiguo de Austria, con catedral y escuela anejas, del que fue abad a la vez
que era obispo, y otro femenino. Buscó colaboradores adecuados, que hizo ir
desde su tierra de origen, para la tarea evangelizadora y así pudo fundar
iglesias y monasterios. Como abad-obispo hizo una labor que le mereció el
título de apóstol de Baviera y de Austria. Murió en Salzburgo el año 718.
© Directorio Franciscano
Pensamiento del día
"Cuaresma y Pascua hermanadas:
una Cuaresma lúcida anuncia una Pascua de gozo;
una Cuaresma espiritual anuncia a un Jesús más vivo;
una Cuaresma de honradez anuncia una Pascua de
fraternidad;
una Cuaresma de solidaridad anuncia una Pascua de verdad;
una Cuaresma de compasión y ternura anuncia una Pascua
de vida”.
(Fidel Aizpurúa)
Tema del día:
Las hojas no caen, se sueltan….
Siempre
me ha parecido espectacular la caída de una hoja. Ahora, sin embargo, me doy
cuenta que ninguna hoja “se cae” sino que llegado el escenario del otoño inicia
la danza maravillosa del soltarse.
Cada
hoja que se suelta es una invitación a nuestra predisposición al
desprendimiento.
Las
hojas no caen, se desprenden en un gesto supremo de generosidad y profundo de
sabiduría: la hoja que no se aferra a la rama y se lanza al vacío del aire sabe
del latido profundo de una vida que está siempre en movimiento y en actitud de
renovación.
La
hoja que se suelta comprende y acepta que el espacio vacío dejado por ella es
la matriz generosa que albergará el brote de una nueva hoja.
La
coreografía de las hojas soltándose y abandonándose a la sinfonía del viento
traza un indecible canto de libertad y supone una interpelación constante y
contundente para todos y cada uno de los árboles humanos que somos nosotros.
Cada
hoja al aire me está susurrando al oído del alma ¡Suéltate!, ¡Entrégate!,
¡Abandónate! y confía!
Cada
hoja que se desata queda unida invisible y sutilmente a la brisa de su propia
entrega y libertad.
Con
este gesto la hoja realiza su más impresionante movimiento de creatividad ya
que con él está gestando el irrumpir de una próxima primavera.
Reconozco
y confieso públicamente, ante este público de hojas moviéndose al compás del
aire de la mañana, que soy un árbol al que le cuesta soltar muchas de sus
hojas. Tengo miedo ante la incertidumbre del nuevo brote. Me siento tan cómodo
y seguro con estas hojas predecibles, con estos hábitos perennes, con estas
conductas fijadas, con estos pensamientos arraigados, con este entorno ya
conocido…
Quiero,
en este tiempo, sumarme a esa sabiduría, generosidad y belleza de las hojas que
“se dejan caer”.
Quiero
lanzarme a este abismo otoñal que me sumerge en un auténtico espacio de fe,
confianza, esplendidez y donación.
Sé
que cuando soy yo quien se suelta, desde su propia conciencia y libertad, el
desprenderse de la rama es mucho menos doloroso y más hermoso.
Sólo
las hojas que se resisten, que niegan lo obvio, tendrán que ser arrancadas por
un viento mucho más agresivo e impetuoso y caerán al suelo por el peso de su
propio dolor.
* Texto original de José María Toro.
Cuaresma día a día
La oración personal
I.
Muchos pasajes del Evangelio muestran a Jesús que se retiraba y quedaba a solas
para orar. Era una actitud habitual del Señor, especialmente en los momentos
más importantes de su ministerio público. ¡Cómo nos ayuda contemplarlo! La
oración es indispensable para nosotros, porque si dejamos el trato con Dios,
nuestra vida espiritual languidece poco a poco. En cambio, la oración nos une a
Dios, quien nos dice: Sin Mí, no podéis hacer nada (Juan 15, 5). Conviene orar
perseverantemente (Lucas 18, 1), sin desfallecer nunca. Hemos de hablar con Él
y tratarle mucho, con insistencia, en todas las circunstancias de nuestra vida,
sabiendo que verdaderamente Él nos ve y nos oye. Además, ahora, durante este
tiempo de Cuaresma, vamos con Jesucristo camino de la Cruz, y “sin oración, ¡qué
difícil es acompañarle!” (San Josemaría Escrivá, Camino). Quizá sea la
necesidad de la oración, junto con la de vivir la caridad, uno de los puntos en
los que el Señor insistió más veces en su predicación.
II.
En la oración personal se habla con Dios como en la conversación que se tiene
con un amigo, sabiéndolo presente, siempre atento a lo que decimos, oyéndonos y
contestando. Es en esta conversación íntima, como la que ahora intentamos
mantener con Dios, donde abrimos nuestra alma al Señor, para adorar, dar
gracias, pedirle ayuda, para profundizar en las enseñanzas divinas. Nunca puede
ser una plegaria anónima, impersonal, perdida entre los demás, porque Dios, que
ha redimido a cada hombre, desea mantener un diálogo con cada uno de ellos: un
diálogo de una persona concreta con su Padre Dios. “Me has escrito: “orar es
hablar con Dios. Pero ¿de qué? De Él, de ti: alegrías, tristezas, éxitos y
fracasos, ambiciones nobles, preocupaciones diarias... ¡Flaquezas!: hacimientos
de gracias y peticiones: y Amor y desagravio. En dos palabras: conocerle y
conocerte: ¡Tratarse!”
III.
Hemos de poner los medios para hacer nuestra oración con recogimiento, luchando
con decisión contra las distracciones, mortificando la imaginación y la
memoria. En el lugar más adecuado según nuestras circunstancias; siempre que
sea posible, ante el Señor en el Sagrario. Nuestro Ángel Custodio nos ayudará;
lo importante es no querer estar distraídos y no estarlo voluntariamente.
Acudamos a la Virgen que pasó largas horas mirando a Jesús, hablando con Él,
tratándole con sencillez y veneración. Ella nos enseñará a hablar con Jesús.
Francisco Fernández Carvajal
Mensaje de María Reina de la Paz
Mensaje de María Reina de la Paz del 25 de Marzo de
2017
“Queridos
hijos, en este tiempo de gracia os invito a todos a abrir vuestros corazones a
la misericordia de Dios, para que a través de la oración, la penitencia y la
decisión por la santidad, comencéis una vida nueva. Este tiempo primaveral
[hemisferio norte] os estimula en vuestros pensamientos y corazones a una vida
nueva, a la renovación. Por eso, hijos míos, yo estoy con vosotros para
ayudaros a que, con determinación, digáis SÍ a Dios y a los Mandamientos de
Dios. Vosotros no estáis solos, yo estoy con vosotros por medio de la gracia
que el Altísimo me concede para vosotros y vuestras descendencias. ¡Gracias por
haber respondido a mi llamada!”
Ofrecimiento para sacerdotes y religiosas
Formulo
el siguiente ofrecimiento únicamente
para sacerdotes o religiosas que reciben diariamente "Pequeñas
Semillitas" por e-mail: Si desean recibir el power point y los comentarios
del Evangelio del domingo siguiente con dos o tres días de anticipación, para
tener tiempo de preparar sus meditaciones, homilías o demás trabajos pastorales
sobre la Palabra de Dios, pueden pedírmelo a feluzul@gmail.com
Sólo
deben indicar claramente su nombre, su correo electrónico, ciudad de residencia
y a qué comunidad religiosa pertenecen.
Los cinco minutos de María
Marzo 27
Ninguna
realidad puede causar en nosotros una alegría tan sentida y tan duradera como
la de sabernos hijos de Dios e hijos de María. Saber que no somos huérfanos,
sino que en el cielo tenemos un Padre, que es Dios, y una Madre, que es María.
El
recuerdo de la madre siempre es tranquilizador y sedante; pero cuando esa madre
es María, la paz inunda nuestra alma, la sonrisa aflora a nuestros labios, la
alegría penetra en nuestra vida.
Piensa,
pues, con frecuencia en María, hazla presente en todos los momentos de tu vida,
invócala sobre todo en los tramos más difíciles y comprometidos; acude a ella
en las tentaciones. Si vas con ella, no te desviarás.
Madre de Dios, ¡salve! Nadie podrá saludarte nunca de
un modo más estupendo que como lo hizo un día el arcángel: “Salve, María, llena
de gracia”
* P. Alfonso Milagro
Jardinero de Dios
-el
más pequeñito de todos-
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¡Gracias por participar comentando! Por favor, no te olvides de incluir tu nombre y ciudad de residencia al finalizar tu comentario dentro del cuadro donde escribes.