PEQUEÑAS
SEMILLITAS
Año
12 - Número 3315 ~ Jueves 30 de Marzo de 2017
Desde
la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
Bendito
seas, mi Dios, mi aire, que estás ahí, tan cierto como el aire que respiro.
Bendito
seas, mi Dios, mi viento, que me animas, me empujas, me diriges.
Bendito
seas, mi Dios, mi agua, esencia de mi cuerpo y de mi espíritu, que haces mi
vida más limpia, más fresca, más fecunda.
Bendito
seas, mi Dios, mi médico, siempre cerca de mí, más cerca cuanto me siento más
enfermo.
Bendito
seas, mi Dios, mi pastor, que me buscas buenos y frescos pastos, que me guías
por las cañadas oscuras, que vienes a mí cuando estoy perdido en la oscuridad.
Bendito
seas, mi Dios, mi madre, que me quieres como soy, que por mí eres capaz de dar
la vida, mi refugio, mi seguridad, mi confianza.
Bendito
seas, Dios, bendito seas.
José Enrique Ruiz de Galarreta
¡Buenos días!
Encuentro con Dios
Nada
hay más decisivo en la vida del hombre que el encuentro con Dios. No hay bienes
materiales en este mundo que puedan sofocar en tu interior la nostalgia de
Dios. Escucha esas voces profundas de vida más plena, desbordante de sentido.
Enfréntate con ese anhelo de Dios que no podrán acallar todos los ruidos del
mundo.
El conocido escritor ruso, León Tolstoi, describía
así su reencuentro con la fe: “Hace cinco años la fe vino a mí. Creí en la
enseñanza de Jesús y toda mi vida experimentó una repentina transformación. Lo
que antes había deseado, ya no lo deseé más y comencé a desear lo que nunca
había deseado. Lo que antes me parecía verdadero ahora era falso, y lo falso
del pasado lo reconocí como verdadero. Claro y preciso testimonio de lo que
acontece cuando uno se encuentra con Jesús.
Jesús
es capaz de cambiar nuestra vida y darle la alegría que anhelamos. Tú también
puedes tener una experiencia similar, una vivencia transformante llena de luz,
de energía y felicidad. Busca al Señor de corazón, escucha su voz, y decídete
valientemente encontrarlo y quedarte con él. Ponte ahora mismo en camino.
“Habla, Señor, que tu servidor escucha”. (APC).
* Enviado por el P. Natalio
La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
Texto del Evangelio:
En
aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: «Si yo diera testimonio de mí mismo, mi
testimonio no sería válido. Otro es el que da testimonio de mí, y yo sé que es
válido el testimonio que da de mí. Vosotros mandasteis enviados donde Juan, y
él dio testimonio de la verdad. No es que yo busque testimonio de un hombre,
sino que digo esto para que os salvéis. Él era la lámpara que arde y alumbra y
vosotros quisisteis recrearos una hora con su luz. Pero yo tengo un testimonio
mayor que el de Juan; porque las obras que el Padre me ha encomendado llevar a
cabo, las mismas obras que realizo, dan testimonio de mí, de que el Padre me ha
enviado. Y el Padre, que me ha enviado, es el que ha dado testimonio de mí.
Vosotros no habéis oído nunca su voz, ni habéis visto nunca su rostro, ni
habita su palabra en vosotros, porque no creéis al que Él ha enviado.
»Vosotros
investigáis las escrituras, ya que creéis tener en ellas vida eterna; ellas son
las que dan testimonio de mí; y vosotros no queréis venir a mí para tener vida.
La gloria no la recibo de los hombres. Pero yo os conozco: no tenéis en
vosotros el amor de Dios.
»Yo
he venido en nombre de mi Padre, y no me recibís; si otro viene en su propio
nombre, a ése le recibiréis. ¿Cómo podéis creer vosotros, que aceptáis gloria
unos de otros, y no buscáis la gloria que viene del único Dios? No penséis que
os voy a acusar yo delante del Padre. Vuestro acusador es Moisés, en quién
habéis puesto vuestra esperanza. Porque, si creyerais a Moisés, me creeríais a
mí, porque él escribió de mí. Pero, si no creéis en sus escritos, ¿cómo vais a
creer en mis palabras?». (Jn 5,31-47)
Comentario:
Hoy,
el Evangelio nos enseña cómo Jesús hace frente a la siguiente objeción: según
se lee en Dt 19,15, para que un testimonio tenga valor es necesario que proceda
de dos o tres testigos. Jesús alega a favor suyo el testimonio de Juan el
Bautista, el testimonio del Padre —que se manifiesta en los milagros obrados
por Él— y, finalmente, el testimonio de las Escrituras.
Jesucristo
echa en cara a los que le escuchan tres impedimentos que tienen para
reconocerle como al Mesías Hijo de Dios: la falta de amor a Dios; la ausencia
de rectitud de intención —buscan sólo la gloria humana— y que interpretan las
Escrituras interesadamente.
El
Santo Padre Juan Pablo II nos escribía: «A la contemplación del rostro de
Cristo tan sólo se llega escuchando en el Espíritu la voz del Padre, ya que
nadie conoce al Hijo fuera del Padre (cf. Mt 11,27). Así, pues, se necesita la
revelación del Altísimo. Pero, para acogerla, es indispensable ponerse en
actitud de escuchar».
Por
esto, hay que tener en cuenta que, para confesar a Jesucristo como verdadero
Hijo de Dios, no es suficiente con las pruebas externas que se nos proponen; es
muy importante la rectitud en la voluntad, es decir, las buenas disposiciones.
En
este tiempo de Cuaresma, intensificando las obras de penitencia que facilitan
la renovación interior, mejoraremos nuestras disposiciones para contemplar el
verdadero rostro de Cristo. Por esto, san Josemaría nos dice: «Ese Cristo, que
tú ves, no es Jesús. —Será, en todo caso, la triste imagen que pueden formar
tus ojos turbios...—Purifícate. Clarifica tu mirada con la humildad y la
penitencia. Luego... no te faltarán las limpias luces del Amor. Y tendrás una
visión perfecta. Tu imagen será realmente la suya: ¡Él!».
* Rev. D. Miquel MASATS i Roca (Girona, España)
Santoral Católico:
San Juan Clímaco
Abad
Hacia
los veinte años de su edad estaba de monje en la península del Sinaí, donde
experimentó la vida comunitaria y la vida solitaria. Cuando tenía unos sesenta
años, lo llamaron a guiar como abad el famoso monasterio del Monte Sinaí. Para
una mejor formación de los monjes escribió en griego la obra que tanta
repercusión ha tenido en la espiritualidad de todos los tiempos: ‘Escala del
Paraíso’, en la que propone el camino del progreso espiritual a modo de una
ascensión hacia Dios por treinta peldaños. «Escala» en griego es «Klimax», y de
ahí le viene el sobrenombre de «Clímaco». Murió el año 649.
© Directorio Franciscano
Pensamiento del día
"No consultes a tus miedos, sino a tus esperanzas
y sueños.
No pienses en tus frustraciones, sino en tu potencial
no empleado.
No te preocupes por lo que trataste y fallaste, sino
por lo que aún puedes hacer".
San Juan XXIII
Historias:
El manto de San José
San
José debía ir a las montañas de Hebrón, donde tenía encargada una partida de
madera, y lo había ido dilatando día tras día hasta ver si podía reunir todo el
dinero; pero fue en vano. Las cosas de los pobres, se hacen sus cuentas y casi
nunca les salen como lo pensaron, José no tenía reunido más que la mitad del
dinero y el caso es que no podía esperar más tiempo; era necesario servir a los
parroquianos y por tanto partir a por la madera.
—Si
te parece bien –le dijo la Santísima Virgen María-, lo pediré a los parientes.
—Yo
iré -contestó José.
—No,
esposo mío -suplicó María-; has de hacer un largo viaje y no te debes cansar -y
cubriendo su cabeza según la costumbre, salió de casa. Al regresar le dijo:
—No
hay dinero. Lo he pedido en varias casas, y todas se han excusado;
indudablemente es que no tienen, porque si hubieran tenido ¿cómo se habrían de
negar a darlo? Pero he pensado una cosa, -continuó María, procurando ocultar
tras una dulce sonrisa el sentimiento que su corazón sentía- … he pensado que
dejes el manto en prenda y con eso el dueño de la madera se dará por
satisfecho.
—No
has pensado mal -dijo San José, bajando sus ojos, porque su esposa no los viera
arrasados en lágrimas.
—Adiós,
esposo mío -dijo María al despedirle-. El Dios de Abraham te acompañe y su
ángel te dirija.
—Adiós
esposa mía; procuraré volver pronto.
Y
marchó el santo con la mitad del dinero y el manto nuevo que María le había
regalado en el día de su boda.
*
* *
—Dios
te guarde, Ismael, -dijo el Santo padre de Jesús cortésmente al llegar a la
presencia del dueño de los troncos contratados.
—¿Vienes
ya por la madera? -fue la contestación al saludo de José-; bien podías haber
venido antes; en poco ha estado que te quedes sin ninguna.
Ismael
tenía mal genio, era un avaro sin entrañas, en su casa no había visto nunca la
paz, su pasión era el dinero y todo esto lo conocía José desde que le estaba
tratando, por lo cual podemos presumir la poca confianza y el miedo que había
de tener por declarar el estado de su bolsillo. Escogió los maderos,
apartándolos a un lado, y cuando ya iba a partir para Nazaret, llegado el
momento supremo, llamó aparte a Ismael, y le habló de esta manera:
—¡Dispénsame
que no traigo más que la mitad del dinero!; tú sabes que siempre te he pagado al
contado. Espérame y ten paciencia y te pagaré hasta el último cuadrante;
quédate con esta capa en prenda.
Ismael
quiso que se llevara la mitad de los troncos, protestó y volvió a protestar, de
tal manera, que estuvo a punto de desbaratarse el contrato, pero al cabo cedió
aunque no de muy buen grado, quedándose con el manto de boda de San José.
El
avaro Ismael tenía enfermos los ojos hacía tiempo con úlceras, y a pesar de
invertir en médicos y medicinas no había logrado la salud; casi había perdido
la esperanza de sanar; por lo cual se llenó de sorpresa a la mañana siguiente
cuando se encontró que sus ojos estaban sanos como si nunca hubiese padecido.
—¿Qué
es esto? -se decía-. ¡Ayer enfermos con úlceras incurables, según opinión de
los médicos, y hoy sanos sin medicina alguna!
No
dio Ismael con la causa y al llegar a su casa contó a su esposa el prodigio.
Eva, que así se llamaba ésta, era un verdadero basilisco, tenía un genio de
fiera, y desde que se había casado con Ismael jamás había tenido paz, ni dicha,
ni tranquilidad, ni gusto en el matrimonio; pero aquella noche estaba hecha una
cordera. ¡Qué dulzura en sus palabras! ¡Qué mansedumbre! ¡Qué alegría en su
rostro antes sombrío y arrugado por la ira: "¿Qué es esto? ¿Qué variación
es esta? ¿Quién habrá traído este cambio?" se preguntaba a sí mismo el
esposo.
—Toma
este manto y guárdalo por ahí -le dijo a Eva-. Es de José, el carpintero de
Nazaret, y ha de venir a llevárselo; este manto debe ser el que ha traído la
paz y la tranquilidad de esta casa -dijo casi pensarlo el esposo-. Desde que lo
puse sobre mis hombros para traerlo, siento en mí tal mudanza, tales afectos y
tales deseos, que no puede ser otra la causa. Oyeron entonces ruido en el
establo y, cortando la conversación, se tiró del lecho Ismael y acudió a ver lo
que era.
Una
vaca, la mejor, la más gruesa, se retorcía en el suelo presa de un dolor
horrible. ¡Pobre animal! A pesar de los remedios que ambos esposos le
prodigaron no se mejoraba; al contrario, parecía que iba a expirar. Se acordó
Ismael del Manto de José y comunicó a Eva su pensamiento; nada perdían. Pero si
la vaca sanaba, sabrían que el Manto era la causa de su dicha y del bienestar
que disfrutaban.
Fue
nada más ponerle la capa y el animal se levantó del suelo donde antes se
retorcía por la fuerza del dolor. La vaca se puso a comer como si nada hubiese
pasado.
—¿Lo
ves? -dijo Ismael-, este manto es un tesoro. Desde que él está en nuestra
compañía, somos felices. Conservemos esta prenda de los cielos; no nos
desprendamos de ella ni aunque nos dieran todo el oro del mundo.
—¿Ni
al mismo dueño se la devolveremos?-dijo Eva inquieta.
—Ni
al mismo dueño -contestó resueltamente Ismael.
—Entonces
-dijo Eva- le compraremos otra mejor que ésta, en el mercado de Jerusalén, y si
te parece bien iremos los dos a llevársela.
—Sí
-contestó el marido-. Yo le perdono la deuda y además estoy dispuesto a darle
de aquí en adelante toda la madera que necesite.
—¿No
has dicho que tiene un hijo llamado Jesús? -preguntó Eva-. Le llevaré de regalo
un par de corderos blancos y un par de palomas como la nieve, y a María aceite
y miel. ¿Te parece bien, esposo mío?
—Todo
me parece bien –contestó-. Mañana iremos a Jerusalén y desde allí a Nazaret.
Cuando
estaban los camellos preparados para el viaje, llegó jadeante el hermano menor
de Ismael, diciendo que la casa de su padre estaba ardiendo y había que llevar
el Manto del Carpintero, con el fin de apagar el incendio. No había tiempo que
perder. Los dos hermanos corrieron precipitadamente a la casa del padre y al
llegar, cortaron un pedazo del milagroso manto y lo arrojaron al fuego. No hubo
necesidad de derramar una sola gota de agua; aquello fue bastante para atajar
el incendio y apagarlo. Las gentes se admiraron al ver el prodigio y bendijeron
al Señor.
—Qué
fue -preguntó Eva al verlos llegar- ¿se ha apagado el fuego?
—Sí
-contestó el esposo lleno de satisfacción-; un pedazo del manto ha bastado para
realizar el milagro.
Días
después se bajaron de sus camellos a la puerta del Carpintero de Nazaret.
Ismael, el antiguo usurero y Eva su esposa, venían llenos de humildad a
postrarse a los pies de José y María y a hacerles varios regalos. Al verlos San
José y la Santísima Virgen María creyeron que vendrían reclamando la deuda y se
llenaron de tristeza porque aún no tenían el dinero reunido. Pero el entrar en
la casa donde José, María y el Niño Jesús estaban, se pusieron ambos de
rodillas, y tomando la palabra Ismael, dijo:
—Venimos
mi esposa y yo a darte las gracias por los inmensos bienes que hemos recibido
del cielo desde que me dejaste el manto en prenda; y no nos levantaremos de
aquí sin obtener tu consentimiento de quedarnos con él para que siga
protegiendo mi casa, mi matrimonio, mis intereses y mis hijos.
—Levantaos
-dijo José, tendiéndoles las manos para ayudarles.
—iOh,
santo Profeta! -respondió Ismael en un arrobo espiritual-; permite hablar a tu
siervo de rodillas y escucha estas palabras: Yo estaba enfermo de los ojos y
por medio de tu manto se han curado; era usurero, altivo, rencoroso y hombre
sin entrañas y me he convertido a Dios; mi esposa estaba dominada por la ira y
ahora es un ángel de paz; me debían grandes cantidades y las he cobrado todas
sin costarme trabajo alguno; estaba enferma la mejor de mis vacas y ha sanado
de repente; se incendió, en fin, la casa de mi padre y se apagó el fuego
instantáneamente al arrojar en medio de las llamas un pedazo de tu manto
—¡Loado
sea Dios por todo! -dijo bajando los ojos el santo Carpintero-. Levantaos, que
no está bien que estéis de rodillas delante de un hombre tan miserable como yo.
—Aún
no he terminado -respondió Ismael-. Tú no eres un hombre como los demás, sino
un Santo, un Profeta, un ángel en la tierra. Te traigo un manto nuevo, de los
mejores que se tejen en Sidón; a María tu esposa, le traemos aceite y miel, y a
Jesús, tu hijo, le regala mi esposa un par de corderos blancos y un par de
palomas más blancas que la nieve del Líbano. Aceptad estos pobres obsequios, disponed
de mi casa, de mis ganados de mis bosques, de mis riquezas, de todo lo que
poseemos, y... ¡no me pidáis vuestro manto!
—
Quedaos con él, ¡en buena hora! -dijo el Santo Carpintero-; y gracias, muchas
gracias por vuestros ofrecimientos y regalos.
Y
mientras se levantaban del suelo y acercaban los presentes, les dijo María:
—Sabed,
buenos esposos, que Dios ha determinado bendecir todas aquellas familias que se
pongan bajo el Manto protector de mi santo esposo. No os extrañen pues los
prodigios obrados; otros mayores veréis; amad a José, servidle, guardad el
Manto, divididlo entre vuestros hijos, y sea ésta la mejor herencia que les
dejéis en el mundo.
…Y
es sabido que los esposos guardaron fielmente los consejos de la Santísima
Virgen María y fueron siempre felices, lo mismo que sus hijos y los hijos de
sus hijos.
Cuaresma día a día
Santa Misa y entrega personal
I.
La entrega plena de cristo por nosotros, que culmina en el Calvario, constituye
la llamada más apremiante a corresponder a su gran amor por cada uno de
nosotros. En la Cruz, Jesús consumó la entrega plena a la voluntad del Padre y
el amor por todos los hombres, por cada uno: me amó y se entregó por mí
(Gálatas 2, 20) ¿Cómo correspondo yo a su Amor? En todo verdadero sacrificio se
dan cuatro elementos esenciales, y todos ellos se encuentran presentes en el
sacrificio de la Cruz: sacerdote, víctima, ofrecimiento interior y
manifestación externa del sacrificio, expresión de la actitud interior.
Nosotros, que queremos imitar a Jesús, que sólo deseamos que nuestra vida sea
reflejo de la suya, nos preguntamos hoy si sabemos unirnos al ofrecimiento de
Jesús al Padre, con la aceptación de la voluntad de Dios, en cada momento, en
las alegrías y contrariedades, en el dolor y en el gozo.
II.
La Santa Misa y el Sacrificio de la Cruz son el mismo y único sacrificio,
aunque estén separados en el tiempo: se vuelve a hacer presente la total
sumisión amorosa de Nuestro Señor a la voluntad del Padre. Cristo se ofrece a
Sí mismo a través del sacerdote, que actúa in
persona Christi. Su manifestación externa es la separación sacramental, no
cruenta, de su Cuerpo y su Sangre, mediante la transustanciación del pan y el
vino. Nuestra oración de hoy es un buen momento para examinar cómo asistimos y
participamos en la Santa Misa. Si tenemos amor, identificación plena con la
voluntad de Dios, ofrecimiento de nosotros mismos, y afán corredentor.
III.
El Sacrificio de la Misa, al ser esencialmente idéntico al Sacrificio de la
Cruz, tiene un valor infinito, independientemente de las disposiciones
concretas de quienes asisten y del celebrante, porque Cristo es el Oferente
principal y la Víctima que se ofrece. No existe un medio más perfecto de adorar
a Dios o de darle gracias por todo lo que es y por sus continuas misericordias
con nosotros. También es la única perfecta y adecuada reparación, a la que
debemos unir nuestros actos de desagravio. La Santa Misa debe ser el punto
central de nuestra vida diaria, como lo es en la vida de la Iglesia,
ofreciéndonos nosotros mismos por Él, con Él y en Él. Este acto de unión con
Cristo debe ser tan profundo y verdadero que penetre todo nuestro día e influya
decisivamente en nuestro trabajo, en nuestras relaciones con los demás, en
nuestras alegrías y fracasos, en todo. Acudamos a nuestro Ángel para evitar las
distracciones cuando asistimos a la Santa Misa, y esforcémonos en cuidar con
más amor este rato único de nuestro día.
Francisco Fernández Carvajal
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Pedidos de oración
Pedimos
oración por la Santa Iglesia Católica; por el Papa Francisco, por el Papa Emérito Benedicto, por los obispos, sacerdotes,
diáconos, seminaristas, catequistas y todos los que componemos el cuerpo
místico de Cristo; por la unión de los cristianos para que seamos uno, así como
Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por
las misiones; por el triunfo del Sagrado Corazón de Jesús y del Inmaculado
Corazón de María; por la conversión de
todos los pueblos; por la Paz en el mundo; por
los cristianos perseguidos y martirizados en Medio Oriente, África, y en otros
lugares; por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos
especialmente por las enfermedades, el abandono, la carencia de afecto, la
falta de trabajo, el hambre y la pobreza; por los niños con cáncer y otras
enfermedades graves; por el drama de los refugiados del Mediterráneo; por los
presos políticos y la falta de libertad en muchos países del mundo; por las
víctimas de catástrofes naturales; por la unión de las familias, la fidelidad
de los matrimonios y por más inclinación de los jóvenes hacia este sacramento;
por el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas; y por las Benditas
Almas del Purgatorio.
Pedimos
oraciones para Oscar, de Buenos
Aires, Argentina, miembro activo de su comunidad parroquial, que ha tenido una
descompensación hipertensiva con crisis vascular cerebelosa. Está internado,
sometido a diversos estudios especializados para arribar a un diagnóstico de
certeza e indicar tratamiento para sus arterias craneanas.
Pedimos
oraciones para Silvia, 57 años, de
Córdoba, Argentina, que hoy será operada por cáncer de mama. Padece además
artritis reumatoidea con tratamientos especiales. Rogamos a la Virgen de
Lourdes que interceda por ella ante Jesús para que los resultados de la cirugía
sean los mejores.
Pedimos
oración para las siguientes personas de Colombia: Jefferson Samir G. F., a quien se le intervendrá de una amigdalectomía y se aprofechará para intervenir la nariz y el paladar por problemas respiratorios que ha venido tratándose en los últimos meses; Sergio F. F. R., de quien desde el sábado pasado no se tiene razón
alguna y se sospecha que esté siendo controlado por fuerzas malignas por lo que
su familia se encuentra muy preocupada y pide oración con fe, fortaleza y
esperanza para que Sergio sea liberado de esas fuerzas oscuras y retorne a su
hogar con su esposa y sus hijos. También para Álvaro M. B., María Edilma T. y Luz María A. A., seguros y
confiados en que las Santas Manos Sanadoras del Señor están accionando sobre él
y ellas. Igualmente una oración
especial para Carlos C. A., quien ha
sido aceptado en una Universidad de Inglaterra y deberá hacer alistamiento de
todo aquello que requiere para hacer su viaje; el Señor le colme de bendiciones
e ilumine siempre su Proyecto de Vida mostrándole el Camino, la Verdad y la
Vida, que es Jesús mismo Quien interviene en su camino, su verdad y su vida.
Pedimos
oración por la liberación, sanación y restauración del alma, mente y cuerpo de Juan Ramón, de Guatemala, que ha sido
presa, de la alcoholismo y de demonios de violencia y agresividad y
autodestrucción. Que el Señor Jesús aleje de él todas las manifestaciones del
mal.
Pedimos
oración para dos personas de Buenos Aires, Argentina, que son: Anna S., de 78 años de edad, en cirugía
por infección en la cadera y muy delicada de salud; y Antonio P., de 72 años, que está grave en terapia intensiva, porque
su Parkinson se complicó con infecciones. Rogamos a Dios para ambos que derrame
sus gracias de sanación.
Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara
nuestras debilidades,
para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y
la paciencia;
escucha las plegarias que te dirigimos por nuestros
hermanos enfermos
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la
aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu
hijo ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la
redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén
Los cinco minutos de María
Marzo 30
Santa
María de los colores, de esos colores en los que se despliega la gracia, porque
la gracia es vida, es color y dinamismo, es resplandor, alegría y claridad.
Santa
María de los colores y de las flores, de la aurora y del plumaje de las aves,
de la limpieza del alma y de la blancura de la pureza. Santa María del dorado
amor… ¡Qué distinto vivir la vida en blanco y negro, en la monotonía de un
pasar sin ilusión, o vivirla llena de colores, de brillos y claridades, de
ilusiones e ideales, de amor!
Madre,
ayúdanos a confirmar en la fe a nuestros hermanos.
* P. Alfonso Milagro
Jardinero de Dios
-el
más pequeñito de todos-
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