lunes, 29 de mayo de 2017

Pequeñas Semillitas 3342

PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 12 - Número 3342 ~ Lunes 29 de Mayo de 2017
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
Aconteció que un empresario tuvo que llamar por teléfono con urgencia un poco más allá de las seis de la mañana. Lamentablemente, al marcar el número se equivocó y le contestó una somnolienta voz de mujer. Pidió excusas y cortó la comunicación.
Pasados unos minutos, volvió a llamar y, para su total desesperación, de nuevo escuchó la voz de misma mujer recientemente despertada. Pidió disculpas una y otra vez. Pero la mujer lo interrumpió:
—No tiene por qué pedirme perdón —le dijo muy tranquilamente—; estoy sentada en la terraza bebiendo una taza de té, mientras disfruto de una espléndida salida de sol. Si usted no me hubiera despertado, me la habría perdido.
A veces tenemos que saber sacar provecho aun de nuestras equivocaciones. Porque en verdad, nada sucede si no es por alguna razón…

¡Buenos días!

Nivel de inmoralidad
San Pablo precave a los primeros cristianos de los vicios de entonces entre los paganos. A los gálatas les dice: “Se sabe muy bien cuáles son las obras de la carne: fornicación, impureza, libertinaje, idolatría y superstición, enemistades y peleas, rivalidades y violencias, ambiciones y discordias, sectarismos, disensiones y envidias, ebriedades y orgías, y todos los excesos de esta naturaleza”. En las cartas del Apóstol encontramos varios de estos catálogos de vicios.

El gran escritor inglés, Chesterton, escribió un libro en el que un sacerdote hace de detective. En uno de los pasajes de la novela, el presbítero en conversación con un delegado de la policía, comenta que la inmoralidad reinante está jubilando al demonio. “Antiguamente, según los principios del cristianismo, se necesitaban doscientos demonios para hacer pecar a un cristiano; hoy, basta un demonio para doscientos cristianos…Y aun así, ese diablo, tiene tiempo para fumar su pipa”.

Jocosamente el novelista está señalando que en la sociedad moderna la seducción al mal anda por todas partes: en las modas, en las canciones, en el periódico, en la radio, en la TV, en los espectáculos, etc. Esta situación exige al cristiano una madurez moral más sólida que nunca, pues a falta de censura social, cada uno debe ser su propio censor. El Señor te bendiga y proteja.
* Enviado por el P. Natalio

La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
Texto del Evangelio:
En aquel tiempo, los discípulos dijeron a Jesús: «Ahora sí que hablas claro, y no dices ninguna parábola. Sabemos ahora que lo sabes todo y no necesitas que nadie te pregunte. Por esto creemos que has salido de Dios». Jesús les respondió: «¿Ahora creéis? Mirad que llega la hora (y ha llegado ya) en que os dispersaréis cada uno por vuestro lado y me dejaréis solo. Pero no estoy solo, porque el Padre está conmigo. Os he dicho estas cosas para que tengáis paz en mí. En el mundo tendréis tribulación. Pero ¡ánimo!: yo he vencido al mundo». (Jn 16,29-33)

Comentario:
Hoy podemos tener la sensación de que el mundo de la fe en Cristo se debilita. Hay muchas noticias que van en contra de la fortaleza que querríamos recibir de la vida fundamentada íntegramente en el Evangelio. Los valores del consumismo, del capitalismo, de la sensualidad y del materialismo están en boga y en contra de todo lo que suponga ponerse en sintonía con las exigencias evangélicas. No obstante, este conjunto de valores y de maneras de entender la vida no dan ni la plenitud personal ni la paz, sino que sólo traen más malestar e inquietud interior. ¿No será por esto que, hoy, las personas van por la calle enfurruñadas, cerradas y preocupadas por un futuro que no ven nada claro, precisamente porque se lo han hipotecado al precio de un coche, de un piso o de unas vacaciones que, de hecho, no se pueden permitir?
Las palabras de Jesús nos invitan a la confianza: «¡Ánimo!: yo he vencido al mundo» (Jn 16,33), es decir, por su Pasión, Muerte y Resurrección ha alcanzado la vida eterna, aquella que no tiene obstáculos, aquella que no tiene límite porque ha vencido todos los límites y ha superado todas las dificultades.
Los de Cristo vencemos las dificultades tal y como Él las ha vencido, a pesar de que en nuestra vida también hayamos de pasar por sucesivas muertes y resurrecciones, nunca deseadas pero sí asumidas por el mismo Misterio Pascual de Cristo. ¿Acaso no son “muertes” la pérdida de un amigo, la separación de la persona amada, el fracaso de un proyecto o las limitaciones que experimentamos a causa de nuestra fragilidad humana?
Pero «sobre todas estas cosas triunfamos por Aquel que nos amó» (Rom 8,37). Seamos testigos del amor de Dios, porque Él en nosotros «ha hecho (...) cosas grandes» (Lc 1,49) y nos ha dado su ayuda para superar toda dificultad, incluso la muerte, porque Cristo nos comunica su Espíritu Santo.
Rev. D. Jordi CASTELLET i Sala (Sant Hipòlit de Voltregà, Barcelona, España)

Santoral Católico:
San Maximino
Obispo
San Maximino, que nació probablemente en Poitiers, se trasladó, desde muy joven, a Tréveris, atraído tal vez por la fama de san Agricio, obispo de esa ciudad. Ahí terminó sus estudios y sucedió al obispo en el cargo. Cuando san Atanasio fue desterrado a Tréveris, el año 336, san Maximino le recibió con grandes muestras de respeto y consideró como un privilegio poder ofrecer hospitalidad a tan distinguido siervo de Dios. San Atanasio, que permaneció dos años en Tréveris, alaba el valor, la prudencia y las nobles cualidades de su huésped, que ya entonces era famoso por sus milagros. También san Pablo, obispo de Constantinopla, encontró refugio y protección con el obispo de Tréveris, cuando el emperador Constancio le desterró.
San Maximino convocó el sínodo de Colonia que condenó a Eufratas como hereje y le depuso de su sede. Además, previno al emperador Constante, cuya residencia favorita era Tréveris, contra los errores de los arrianos y se opuso a ellos en todas las ocasiones que se le presentaron. Por eso, posteriormente, los arrianos de Filipópolis excomulgaron al mismo tiempo a san Atanasio y a san Maximino. No sabemos con exactitud cuándo murió san Maximino; pero se dice que su sucesor, Paulino, tomó posesión de la sede el año 347. A lo que parece, San Maximino compuso muchas obras, pero no se conserva ninguno de sus escritos.

Santa Úrsula Ledóchowska
Virgen y Fundadora
Nació el año 1865 en Loosdorf (Austria), de familia noble y muy religiosa. Entre sus hermanos, María Teresa, fundadora de las Claverianas, fue beatificada por Pablo VI, y Vladimiro fue superior general de la Compañía de Jesús. En 1883 la familia se trasladó a Polonia. A sus 21 años, entró ella en las Ursulinas de Cracovia. Destacó por su amor al Señor, su talento educativo y su sensibilidad ante las necesidades de los jóvenes en las difíciles circunstancias de su tiempo. Con la bendición de san Pío X, emprendió, en medio de grandes dificultades, su trabajo apostólico en Rusia, Finlandia, Suecia y Dinamarca. Durante su estancia en Escandinavia, trabajó en la promoción del compromiso ecuménico. Con la aprobación de la Santa Sede transformó su convento en la nueva congregación de Ursulinas del Sagrado Corazón de Jesús Agonizante, centrada en la contemplación del amor salvífico de Cristo y en la labor educativa y de servicio a los indigentes. Murió en Roma el 29 de mayo de 1939. Juan Pablo II la canonizó el año 2003.

Pensamiento del día

“Si tú crees que no te alcanza el tiempo,
puedes estar seguro de que no estás aprovechando bien
y en forma ordenada el tiempo que sí tienes.
Organiza bien las cosas que tienes que hacer,
organiza tus prioridades y verás que sí te alcanza el tiempo
para lo que, de verdad, quieres hacer”.

Tema del día:
La alegría cristiana
Se suele oír con relativa frecuencia que el cristiano no debe estar triste, ni melancólico, que no ha de poner cara de tal o cual, que la fe cristiana nos tiene que mantener alegres. ¿Pero cuál es la verdadera alegría del cristiano? Hay alegría nociva y hay alegría inocente y santa. La primera no debe llamarse alegría porque es fuente de amargura y tristeza. La alegría inocente y santa es la que constituye el verdadero torrente de paz y consuelo para el alma.

El origen de la verdadera alegría es la virtud. Donde hay mayor virtud, hay mayor alegría; y donde está la virtud perfecta, allí se encuentra la perfecta y única alegría. La alegría cristiana es verdadera cuando precede de la virtud, entonces es santa en su origen, santa en sus motivos y santa en sus obras.

Sólo podemos ser felices poseyendo al Señor y gozando de Él. Nuestra alegría es más o menos perfecta según la mayor o menor perfección de nuestras virtudes, en las que consiste la posesión de Dios. Cuando verdaderamente amamos a Dios, le poseemos, y tal posesión es la fuente inagotable de verdadera alegría; una alegría como nunca podrá sospechar el mundo. Ni las adversidades más terribles que sobrevengan, ni las angustias que nos aflijan, ni los sufrimientos que se experimenten, pueden turbar la interior alegría de los que poseen a Dios sin temor de perderle, como no sea por su propia pecado. Reboso de gozo en todas nuestras tribulaciones (2 Cor. 7, 4). Poseyendo a Dios por la virtud, el corazón está totalmente ocupado en amar; y entonces, ni la pérdida de las riquezas le turba, ni las contrariedades le inquietan, ni la ambición tiene cabida en él, porque sólo Dios ocupa todas las potencias del alma.

He aquí la verdadera alegría cristiana, la que todos hemos de desear, aspirar y luchar por conseguir. Es la alegría de quien tiene al Señor porque ha renunciado decididamente al pecado, con todas las fuerzas, y sólo deseo agradar a Dios, y hacer su santa voluntad. Es la alegría de quien ha llegado a renunciar a su propio yo personal, y sólo busca complacer a Dios con indiferencia total a su propia vida, sabiendo que el Señor dispone enteramente de ella, a su gusto y placer.

Sólo una puerta tiene la tristeza para penetrar en el alma virtuosa, la puerta del propio pecado. Pero el amor a la virtud, a la fidelidad a Dios, la mantendrá siempre cerrada. Si se pierde a Dios, entonces está todo perdido; y la tristeza del alma no tendría límites. El alma virtuosa ve con horror el pecado, no puede ni siquiera pensar en él, pues no tiene más deseos que agradar al Salvador. Toda la alegría del alma virtuosa consiste en saborear los divinos deleites que brotan de las Sagradas Llagas del Redentor.

Cuánta es la tristeza y desolación de quienes andan sumidos en los goces del mundo, que son los goces de la carne; aquí buscan su falsa y angustiosa alegría. La falsa alegría de la complacencia de los gustos personales, de la satisfacción de los propios deseos. Siempre la carne que mueve al hombre, siempre el oscuro deseo del placer; la constante obstinación de no hacer la voluntad divina, es más, la osadía temeraria y obscena de querer rebajar a Dios al nivel de la propia debilidad humana. El hombre en su pecado de soberbia se atreve a vivir según su propia voluntad, alejado del mandato divino. La alegría del mundo es perniciosa en su origen, lo es en sus motivos y lo es sus fines.

La alegría cristiana es santa en sus motivos, pues el alma virtuosa medita las perfecciones de Dios, las maravillas de sus obras, sus beneficios temporales y sus promesas eternas. “Me has alegrado, ¡oh Señor!, con tus obras, y me gozo en las obras de tus manos” (Sal. 91, 5). El gozo del salmista son las obras de Dios. Grande son la alegría y felicidad del alma virtuosa cuando considera las incomprensibles perfecciones de Dios; si busca la inmensidad, la ve personificada en Dios; si pretende encontrar la omnipotencia, en Dios la encuentra y se somete a ella; si aspira a la santidad, en Dios tiene el modelo perfectísimo; si busca la justicia o la misericordia, la fe le enseña que sólo Dios es infinitamente justo y misericordioso. Examinando y meditando las perfecciones de Dios, el alma queda extasiada y sobrecogida de ver como todo lo ha previsto el Creador. Como todo está perfectamente ordenado para la gloria de Dios y bien del hombre. Como todo lleva a Dios. “Después de haber esperado en tu piedad, que se alegre mi corazón en tu socorro, que pueda contar del Señor: Bien me proveyó” (Sal. 12, 6).

La alegría cristiana es verdadera, porque es santa en sus obras; causa tranquilidad de conciencia en todas sus acciones y obras, así como perplejidad y desconcierto en el mundo, que no puede entender que tal paz interior y serenidad provenga de la virtud, de la santidad, del amor a Dios por encima de todas las cosas. El pecador encontrándose fuera de su propio centro, es decir, alejado de Dios, busca infructuosamente su tranquilidad y reposo de objeto en objeto, de diversión en diversión, de placer en placer. La alegría que busca el pecador está viciada en su origen, porque su origen es el amor que pone en las criaturas, en lugar de ponerlo en Dios. Nunca satisfará su corazón, y la alegría con la que sueña se convertirá en melancolía y tristeza. La alegría que busca el pecador también está viciada en sus efectos. El afán de placer, de lucro, de comodidad; huye del esfuerzo, del sacrificio, de la abnegación; Dios nada tiene que ver en su vida; todas sus acciones son causa de frustración, y tienen su origen en el pecado.

Todo lo contrario sucede con la verdadera alegría a cristiana. El alma se alegra en el Señor, porque ha renunciado a sí misma, a sus propios gustos, deseos e iniciativas, porque se niega a sí misma, porque en la oración, sacrificio y penitencia domina su soberbia y combate al maligno que como león rugiente ronda constantemente. El Señor hace al alma virtuosa, porque el alma busca la virtud no escatimando esfuerzos y sacrificios para ello. El alma que encuentra al Señor, que lo posee, lo encuentra todo en su vida, lo tiene todo en su vida, nada busca, únicamente conservar al amor divino en su alma y engrandecerlo; porque el alma presiente la infinitud divina de Dios, haciendo que aquella desee constantemente amar más y más, con un deseo inagotable, que no cesa, que no se satisface porque no puede abarcar la divinidad infinita.

Qué distinta es la alegría cristiana de la del mundo, (pero también de la que nos presentan los modernistas), verdadera caricatura de la alegría cristiana. Los justos y virtuosos son los verdaderamente alegres, porque poseen a Dios renunciando a sí mismos.
© Padre Juan Manuel Rodríguez de la Rosa

Pedidos de oración
Pedimos oración por la Santa Iglesia Católica; por el Papa Francisco, por el Papa Emérito Benedicto, por los obispos, sacerdotes, diáconos, seminaristas, catequistas y todos los que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la unión de los cristianos para que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por las misiones; por el triunfo del Sagrado Corazón de Jesús y del Inmaculado Corazón de María;  por la conversión de todos los pueblos; por la Paz en el mundo; por los cristianos perseguidos y martirizados en Medio Oriente, África, y en otros lugares; por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos especialmente por las enfermedades, el abandono, la carencia de afecto, la falta de trabajo, el hambre y la pobreza; por los niños con cáncer y otras enfermedades graves; por el drama de los refugiados del Mediterráneo; por los presos políticos y la falta de libertad en muchos países del mundo; por las víctimas de catástrofes naturales; por la unión de las familias, la fidelidad de los matrimonios y por más inclinación de los jóvenes hacia este sacramento; por el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas; y por las Benditas Almas del Purgatorio.

Pedimos oración por el eterno descanso del alma de Ana María, de Córdoba, Argentina, quien luego de 95 años de vida piadosa, ha sido llamada a la casa del Padre celestial.

Pedimos oración por la salud de la Hermana Feliceta, internada con proceso de neumonía, y de la Hermana Dominga, operada y ahora en recuperación kinésica, ambas residentes en Córdoba, Argentina. Sumamos a todas las religiosas y sacerdotes que atraviesan problemas de salud, para que el Señor les conceda sus gracias de sanación.

Pedimos oración por Flor (Florencia), de Santiago del Estero, Argentina, que cursa una gestación de 10 semanas. Rogamos a la Santísima Virgen que bendiga y proteja su maternidad.

Pedimos oración para el señor Alberto Leonardo M., de 82 años de edad, de Córdoba, Argentina, afectado de melanoma, haciendo tratamiento, y con problemas también de tumor de pulmón cercano a la pleura (no operable). Invocamos la mediación de la Virgen de Lourdes para que lo fortalezca, lo acompañe con su amor maternal y pida por él a Jesús.

Pedimos oración para dos personas de Buenos Aires, Argentina: Haydee Norma M., que padece cáncer de hígado, tiene alrededor de 80 años; y Eduardo A., de aproximadamente 65 años, con cáncer de huesos. Ante lo irreversible de estas enfermedades pedimos que se haga la voluntad de Dios y no la nuestra, pero que el Señor les evite el dolor físico, de ser posible.

Pedimos oración por Silvina, de Ushuaia, Argentina, 22 años. Tuvo un serio accidente hace cuatro días y está en muy delicado estado. La encomendamos a las Santas Manos de Jesús.

Pedimos oración por el completo restablecimiento de la salud de Stefanía Lourdes, actualmente en Whásington, USA, con problemas de infección respiratoria y broncoespasmo, y en viaje, muy lejos de su hogar.

Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara nuestras debilidades,
para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la paciencia;
escucha las plegarias que te dirigimos por nuestros hermanos enfermos
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu hijo ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén

Los cinco minutos de María
Mayo 29
Sin par es tu gloria, pues de ti nació
el Dios de la hostia, cautivo de amor.
Danos, oh María, fuerza, amor y luz,
en el pan de vida, danos a Jesús.
Te materna mano preparó gentil,
Reina fiel del  hombre, nuestro gran festín;
tú dejaste el mundo, Madre celestial,
de tu seno el fruto, trocado en manjar.
Prepara, oh María, nuestro corazón
a ser cada día de Jesús mansión.
Madre de todos los tiempos, que hoy y siempre reine Jesús en el mundo.
* P. Alfonso Milagro

Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-

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